domingo, 5 de julio de 2009

Todos podemos hacer más.


Tomado del libro Memories and Studies” de William James.

A todos nos ha sucedido que al comenzar una actividad, bien sea intelectual o física, nos sintamos desganados o enmohecidos, mas al cabo de cierto tiempo nos entusiasmemos con lo que estamos haciendo. Resulta particularmente sorprendente analizar las causas de ese entusiasmo, sobre todo en el fenómeno conocido como el “segundo aliento”.

Generalmente, tan pronto como nos tropezamos con el primer síntoma de fatiga, abandonamos la tarea. Decimos que ya hemos andado, jugado o trabajado “bastante”, y en consecuencia, desistimos de continuar. Pero si una necesidad extraordinaria nos obliga a seguir adelante, ocurre algo inesperado: la fatiga va en aumento hasta cierto punto, y después desaparece gradual o repentinamente, y nos sentimos con más energías que antes.

Esto quiere, evidentemente, que hemos comenzado a extraer energía de un nuevo filón. En este fenómeno puede haber una veta tras otra, es decir, una tercera y cuarta fuente de bríos. Hallamos caudales de fuerza que jamás habíamos soñado que poseíamos, reservas de energía no aprovechadas normalmente porque habitualmente nunca tratamos de vencer el fenómeno de la fatiga.

La mayoría de nosotros podemos fácilmente acostumbrarnos a desarrollar mucha más actividad en la vida. Bien sabemos que algunos días contamos con energías latentes que no reclaman las actividades de la jornada. En comparación con lo que podríamos ser, estamos apenas medio despiertos. Nuestras ascuas internas están húmedas, el tiro de la chimenea está obstruido. Estamos utilizando sólo una pequeña parte de los recursos mentales y físicos de que disponemos.

Solo el individuo muy excepcional los aprovecha hasta el límite. ¿Cómo se evade este hombre superior del habito de que somos presa todos los demás, de la costumbre de rendir menos de lo que podríamos? La respuesta es sencilla, algún estimulo inusitado excita su animo, o una urgente necesidad le induce a hacer un esfuerzo extraordinario de voluntad.

Una nueva misión de responsabilidad, por ejemplo, revelará que el hombre es mucho más fuerte de lo que se pensaba. La mujer que cuida abnegadamente a su esposo o a su hijo enfermo es prueba de esto; y ¿ donde pueden encontrarse mejores ejemplos de resistencia prolongada que en esos miles de hogares donde la madre sostiene la continuidad de la vida familiar pensando en todo y haciendo todo el trabajo, cosiendo, ahorrando, fregando y ayudando a sus vecinos?. Si de vez en cuando se queja. . ¿ Quién se atreverá a recriminarla?

La desesperación que abate a la mayoría de las personas, despierta completamente a otras. De todo asedio, o naufragio, o expedición polar, surge siempre algún héroe que sostiene el animo de sus compañeros. Después de una terrible explosión de una mina de carbón en Francia, se recobraron 200 cadáveres. A los 20 días de haber comenzado la excavación, los trabajadores dedicados al salvamento oyeron una voz. El primer hombre rescatado gritó: “¡Me voici!”. Era un minero que entre las tinieblas había asumido la dirección de los otros trece, les había impuesto disciplina, había sostenido su animo y los había sacado del desastre con vida.

Tales hechos demuestran como puede nuestro organismo cumplir su misión fisiológica en circunstancias angustiosas; pero la facultad que normalmente halla filones de energía más y más profundos es la voluntad. La dificultad consiste en utilizarla, en realizar el esfuerzo que el concepto implica.

Un solo esfuerzo aislado de volición moral, como decir no ante una tentación habitual, o realizar algún acto de valor, elevará al hombre a un plano de energía más alto durante días o semanas, y le proporcionará un radio de acción nuevo, más amplio.

“ Mientras destapaba una botella de whisky, que había llevado a mi casa para embriagarme”, me dijo una vez un hombre, “sentí el repentino impulso de correr al patio y estrellarla contra el piso. Después de hacerlo sentí tal sensación de bienestar y elevación de animo, que durante dos meses no sentí la tentación de probar ni una gota de alcohol.”

Nuestro régimen de energías es igual a nuestro régimen alimenticio. Los fisiólogos dicen que una persona posee “equilibrio metabólico”, cuando un día tras otro ni aumenta ni baja de peso. Precisamente del mismo modo, uno puede mantenerse en “equilibrio de eficiencia” con cantidades de trabajo asombrosamente diferentes, ya sea intelectual o moral, físico o espiritual.

Naturalmente, todo tiene un límite: un árbol no puede crecer hasta el cielo: pero es indudable que el hombre que aproveche sus energías hasta el limite, podrá en la mayoría de los casos mantener su paso día tras día sin sufrir reacción perjudicial , siempre que se mantenga en buenas condiciones higiénicas. Un ritmo más acelerado de utilización de la energía no lo destruirá, porque el organismo se adapta. A medida que aumenta el desgaste, aumenta la capacidad de recuperación.

Es evidente que nuestro organismo tiene almacenadas reservas de energía a las que ordinariamente no recurrimos, vetas mas hondas de material aprovechable, a disposición de cualquiera que llegue a esa profundidad en su búsqueda. El ser humano vive generalmente muy dentro de sus límites.

En términos generales podríamos decir, que el hombre que utiliza sus energías por debajo de su máximo normal, deja de beneficiarse del goce de la vida en la misma proporción.

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