lunes, 6 de julio de 2009

Psicoterapia (Anexo a UCDM)

La psicoterapia es la única forma de terapia que existe. Puesto que sólo la mente puede estar enferma, sólo la mente puede ser sanada. Sólo la mente tiene necesidad de sanación. Éste no parece ser el caso, pues las manifestaciones de este mundo parecen bastante reales. La psicoterapia es necesaria para que un individuo pueda comenzar a cuestionar su realidad. Algunas veces puede comenzar a abrir su mente sin ayudaformal, pero incluso entonces es siempre algún cambio en su percepción de las relaciones interpersonales lo que le permite hacerlo. Algunas veces necesita una relación más estructurada y extensa con un terapeuta “oficial”. En ambos casos la tarea es la misma: el paciente debe ser ayudado a cambiar de idea acerca de la “realidad” de las ilusiones.

El propósito de la psicoterapia

1. Muy sencillamente, el propósito de la psicoterapia es eliminar los obstáculos a la verdad. Su objetivo es ayudar al paciente a abandonar su fijo sistema ilusorio, y comenzar a reconsiderar las espurias relaciones causa-efecto sobre las cuales descansa este sistema. Nadie en este mundo se escapa del miedo, pero todo el mundo puede reconsiderar sus causas y aprender a evaluarlas correctamente. Dios ha dado a todo el mundo un Maestro Cuya Sabiduría y ayuda sobrepasan ampliamente cualesquiera contribuciones que un terapeuta terrenal pueda proveer. Sin embargo, hay momentos y situaciones en las cuales una relación terrenal paciente-psicoterapeuta, se convierte en la manera a través de la cual Él ofrece Sus grandes regalos a ambos.

2. ¿Qué mejor propósito podría una relación tener que el de invitar al Espíritu Santo a entrar en ella y dar Su Propio gran regalo de regocijo?. ¿Qué más alta meta podría haber para cualquiera que la de aprender a invocar a Dios y escuchar Su Respuesta?. ¿Y qué objetivo más trascendente puede haber que el de evocar el camino, la verdad y la vida, y recordar a Dios?. Ayudar en esto es el propósito correcto de la psicoterapia. ¿Podría algo ser más santo?. Pues la psicoterapia, entendida correctamente, enseña el perdón y ayuda al paciente a reconocerlo y a aceptarlo. Y en su sanación el terapeuta se perdona junto con él.

3. Todo el que necesita ayuda, sin importar la forma de su sufrimiento, se está atacando a sí mismo y, como consecuencia de ello, la paz de su mente está sufriendo. Estas tendencias a menudo se describen como “autodestructivas” y, con frecuencia, el paciente mismo las percibe de esa forma. De lo que no se da cuenta y lo que necesita aprender, es que ese “yo” que puede atacar y también ser atacado es un concepto que él ha fabricado. Aún más, lo atesora, lo defiende y en ocasiones incluso se encuentra dispuesto a “sacrificar” su “vida” en nombre de ese yo. Pues lo considera su propio ser. Lo ve como algo que se afecta, que reacciona a fuerzas externas según ellas lo requieren, y que se encuentra indefenso en medio del poder del mundo.

4. La psicoterapia, entonces, debe restablecer a su conciencia la habilidad para tomar sus propias decisiones. Debe disponerse a revertir su pensamiento, y a entender que aquello que él creyó que proyectaba sus efectos sobre él era fabricado por sus propias proyecciones sobre el mundo. Por tanto, el mundo que ve no existe. Hasta que esto se acepte, al menos en parte, el paciente no puede verse a sí mismo como realmente capaz de tomar decisiones. Y luchará contra su libertad por creer que se trata de su esclavitud.

5. El paciente no necesita pensar que la verdad es Dios para tener progresos en la salvación. Pero debe comenzar a separar la verdad de la ilusión, al reconocer que no son lo mismo, y al estar paulatinamente más dispuesto a ver las ilusiones como falsas y a aceptar la verdad como tal. Su Maestro lo conducirá desde ahí, tan lejos como se encuentre dispuesto a llegar. La psicoterapia sólo puede ahorrarle tiempo. El Espíritu Santo usa el tiempo como lo considera mejor, y Él nunca se equivoca. La psicoterapia bajo Su dirección es uno de los medios que usa para ahorrar tiempo y para preparar maestros adicionales para Su Obra. La ayuda que Él comienza y dirige no tiene fin. Cualquiera que sea la ruta que Él elija, toda psicoterapia, finalmente, conduce a Dios. Pero eso se le deja a Él. Todos somos Sus psicoterapeutas, pues Quiere que todos seamos sanados en Él.

El proceso de la psicoterapia

1. La psicoterapia es un proceso que cambia la visión del “yo”. A lo sumo, este “nuevo yo” es un concepto de sí mismo más beneficioso, pero no puede esperarse que la psicoterapia establezca qué es realidad. Esa no es su función. Si logra abrirle paso a la realidad, ha alcanzado su máximo éxito. Toda su función, al final, consiste en ayudar al paciente a manejar un error fundamental: la creencia de que la ira le ofrece algo que en realidad desea, y de que al justificar el ataque se está protegiendo a sí mismo. En la medida en que llegue a darse cuenta de que esto es un error, en esa misma medida se ha salvado realmente.

2. Los pacientes no entran en una relación terapéutica con ese objetivo en mente. Por el contrario, tales conceptos significan poco para ellos, o no necesitarían ayuda. Su objetivo es ser capaces de conservar su concepto del yo exactamente como está, pero sin el sufrimiento que ello conlleva. Todo su equilibrio descansa sobre la insensata creencia de que esto es posible. Y como resulta tan claramente imposible para la mente sana, lo que buscan es magia. En las ilusiones lo imposible se consigue fácilmente, pero a costa de hacer realidad las ilusiones. El paciente ya ha pagado su precio. Ahora quiere una ilusión “mejor”.

3. Al comienzo, pues, la meta del paciente y la del terapeuta son divergentes. Tanto el terapeuta como el paciente pueden abrigar falsos conceptos de sí mismos, pero aún así sus respectivas percepciones sobre la “mejoría” deben ser distintas. El paciente espera aprender a lograr los cambios que quiere sin cambiar su concepto de sí mismo de manera significativa. De hecho, espera que ese concepto se estabilice lo suficiente para incluir en el mismo los poderes mágicos que busca en la psicoterapia. Desea volver invulnerable lo vulnerable, e ilimitado lo finito. El yo que ve es su dios, y lo único que busca es servirle mejor.

4. Sin importar cuán sincero pueda ser el propio terapeuta, debe querer cambiar el concepto que el paciente tiene de sí mismo de alguna manera que considera real. La tarea de la terapia es reconciliar estas diferencias. Con suerte, ambos aprenderán a abandonar sus metas originales, pues sólo en las relaciones puede hallarse la salvación. Al comienzo es inevitable que tanto los pacientes como los terapeutas acepten metas irreales que no están completamente libres de matices mágicos. Finalmente, éstas se abandonarán en las mentes de ambos.

a)- Los límites en la psicoterapia

1. Pero el resultado ideal rara vez se alcanza. La terapia comienza con el entendimiento de que la sanación es de la mente, y en psicoterapia los que creen esto ya se han acercado entre sí. Puede ser que no lleguen mucho más lejos, pues nadie aprende más allá de su disposición. Sin embargo, los niveles de disposición cambian, y cuando el terapeuta o el paciente han alcanzado el siguiente, se les ofrecerá una relación que se adapta a su cambiante necesidad. Tal vez se unan de nuevo y avancen en la misma relación, haciéndola más santa. O tal vez cada uno de ellos se adentrará en otro compromiso. Ten esto por seguro: cada uno de ellos progresará. Los retrocesos son temporales. La dirección general es de progreso hacia la verdad.

2. La psicoterapia de por sí no puede ser creativa. Éste es uno de los errores que el ego fomenta: que es capaz de verdadero cambio, y por consiguiente, de verdadera creatividad. Cuando hablamos de “la ilusión salvadora” o “el sueño final”, no es esto lo que queremos decir, pero aquí radica la última defensa del ego. La “resistencia” es su manera de ver las cosas; su interpretación del proceso y del crecimiento. Estas interpretaciones estarán necesariamente equivocadas, puesto que son ilusorias. Los cambios que el ego busca no son cambios reales. Son sólo sombras más profundas, o tal vez distintos patrones de nubes. Sin embargo, lo que está hecho de nada, no puede ser llamado nuevo o diferente. Las ilusiones son ilusiones; la verdad, es verdad.

3. La resistencia como se define aquí puede ser característica tanto de un terapeuta como de un paciente. En ambos casos le pone un límite a la psicoterapia porque restringe sus objetivos. El Espíritu Santo tampoco puede luchar contra las intrusiones del ego en el proceso terapéutico. Pero Él esperará, y Su pacienciaes infinita. Su meta es siempre totalmente indivisa. Cualesquiera que sean las resoluciones alcanzadas por el paciente y el psicoterapeuta con respecto a sus propias metas divergentes, no pueden llegar a reconciliarse completamente como una, hasta que se unen con las Suyas. Sólo entonces acaba todo conflicto, pues sólo entonces puede haber certidumbre.

4. En forma ideal, la psicoterapia es una serie de encuentros santos en los que los hermanos se encuentran para bendecirse y recibir la Paz de Dios. Y esto llegará a ocurrir algún día para todo “paciente” sobre la faz de la tierra, pues ¿quién sino un paciente podría haber llegado aquí?. El terapeuta es sólo un Maestro de Dios un poco más especializado. Aprende mediante la enseñanza, y cuanto más avanzado se encuentra, más enseña y aprende. Pero cualquiera que sea la fase en la que se encuentra, hay pacientes que lo necesitan exactamente así. No pueden asimilar más de lo que él puede dar por el momento. Sin embargo, ambos finalmente hallarán la cordura.

b)- El lugar de la religión en la psicoterapia

1. Para ser un Maestro de Dios, no es necesario ser religioso o creer siquiera en Dios de modo reconocible. Es necesario, sin embargo, enseñar perdón en lugar de condenación. Aún en esto no se requiere completa consistencia, puesto que cualquiera que haya alcanzado ese punto podría enseñar la salvación completamente, en un instante y sin una palabra. No obstante, quien ha aprendido todas las cosas no necesita maestro, y los que han sanado no tienen necesidad de terapeuta. Las relaciones son aún el templo del Espíritu Santo, y se perfeccionarán en el tiempo y se restituirán a la eternidad.

2. La religión formal no ocupa ningún lugar en la psicoterapia, así como tampoco ocupa un lugar verdadero en la religión. En este mundo, hay una asombrosa tendencia a unir palabras contradictorias en un solo término sin percibir la contradicción en absoluto. El intento de formalizar la religión es un intento tan evidente del ego de reconciliar lo irreconciliable que prácticamente no necesita explicarse aquí. La religión es experiencia: la psicoterapia es experiencia. En sus más altos niveles se vuelven una. Ninguna es verdad en sí misma, pero ambas pueden conducir a la verdad. ¿Qué puede ser necesario para encontrar la verdad, la cual permanece perfectamente obvia, sino la eliminación de los aparentes obstáculos a la verdadera conciencia?.

3. Nadie que aprenda a perdonar puede dejar de recordar a Dios. El perdón, pues, es todo lo que necesita enseñarse, pues es todo lo que necesita aprenderse. Todos los obstáculos al recuerdo de Dios son formas de falta de perdón, y nada más. Esto nunca está claro para el paciente, y es muy raro que lo esté para el terapeuta. El mundo ha enfilado todas sus fuerzas contra esta conciencia específica, pues en ella radica el fin del mundo y todo lo que representa.

4. Sin embargo, la conciencia de Dios no constituye una meta razonable para la psicoterapia. Ésta llegará cuando se complete la psicoterapia, puesto que donde hay perdón, la verdad tiene que llegar. Sería injusto en verdad si la creencia en Dios fuera necesaria para el éxito terapéutico. La creencia en Dios tampoco es un concepto significativo, puesto que a Dios sólo puede conocérsele. La creencia implica que la no creencia es posible, pero el conocimiento de Dios no tiene opuesto verdadero. No conocer a Dios es no tener ningún conocimiento, y es a esto a lo que conduce toda falta de perdón. Y sin el conocimiento, uno sólo puede tener creencia.

5. Diferentes ayudas de aprendizaje resultan atractivas para gente diferente. Algunas formas de religión no tienen nada que ver con Dios, y algunas formas de psicoterapia no tienen nada que ver con la sanación. Pero si el alumno y el maestro se unen para compartir una meta, Dios entrará en su relación, porque Él ha sido invitado a entrar. De la misma manera, una unión de propósito entre el paciente y el terapeuta, restituye al predominio el lugar de Dios, primero a través de la visión de Cristo, y luego a través de la memorio de Dios Mismo. El proceso de la psicoterapia es el regreso a la cordura. Profesor y alumno, terapeuta y paciente, están todos locos o de lo contrario no estarían aquí. Juntos pueden encontrar un camino de salida, puesto que nadie encontrará la cordura solo.

6. Si la sanación es una invitación a que Dios entre en Su Reino, ¿qué importa la manera como está escrita la invitación?. ¿Importa el papel, o la tinta, o el bolígrafo?. ¿O es el que escribe el que extiende la invitación?. Dios llega a todos los que quieren restituir Su Mundo, pues han encontrado la manera de Llamarlo. Si dos se unen, Él tiene que estar ahí. Cuál sea su propósito no importa, pero tienen que compartirlo completamente para que tengan éxito. Es imposible compartir una meta sin la bendición de Cristo, pues lo que no se ve a través de sus ojos está demasiado fragmentado para que tenga sentido.

7. De la misma manera que la verdadera religión sana, la verdadera psicoterapia debe ser religiosa. Pero ambas tienen muchas formas, pues ningún buen maestro utiliza la misma aproximación con todos los alumnos. Por el contrario, escucha pacientemente a cada uno, y lo deja formular su propio currículo; no la meta de éste, sino la manera como puede alcanzar mejor la meta que se propone. Tal vez el maestro no piensa en Dios como parte de la enseñanza. Tal vez el psicoterapeuta no entiende que la sanación procede de Dios. Pueden tener éxito allí donde fallan muchos que creen que han encontrado a Dios.

8. ¿Qué tiene que hacer el maestro para asegurar el aprendizaje?. ¿Qué tiene que hacer el terapeuta para conseguir la sanación?. Sólo una cosa, el mismo requisito que la salvación pide a todos. Cada uno debe compartir una meta con alguien más, y al hacerla,perder todo sentido de intereses separados. Sólo cuando se hace esto es posible trascender los estrechos límites que el ego quiera imponerle al yo. Sólo al hacer esto maestro y alumno, terapeuta y paciente, tú y yo, podemos acepar la Expiación y aprender a darla tal como se recibió.

9. La comunión es imposible si se está solo. Nadie que permanece aparte puede recibir la visiónde Cristo. Se le está ofreciendo, pero no puede extender su mano pararecibirla. Que se aquiete y reconozca que la necesidad de su hermano es la suya propia. Y que entonces satisfaga la necesidad de su hermano como suya y vea que éstas se satisfacen como una sola, porque lo son. ¿Qué es la religión sino un instrumento para ayudarle a ver que esto es así?. ¿Y qué es la psicoterapia sino una ayuda en esa misma dirección precisamente?. Es la meta la que convierte estos procesos en lo mismo, pues son uno en propósito y por consiguiente deben ser uno en los medios.

c)- El papel del psicoterapeuta

1. El psicoterapeuta es un líder en el sentido de que camina ligeramente delante del paciente, y le ayuda a evitar algunas de las trampas del camino al verlas primero. Idealmente, es también un seguidor, pues hay “Uno” que debe caminar delante de él y darle luz para que vea. Sin Éste, ambos sólo tropezarán ciegamente sin dirección alguna. Sin embargo, es imposible que Éste se halle ausente del todo si la meta es la sanación. No obstante, puede que no se Le reconozca. Y de esta manera la pequeña luz que puede aceptar en ese momento, es todo lo que se tiene para iluminar el camino hacia la verdad.

2. La sanación está restringida tanto por las limitaciones del psicoterapeuta, como por las del paciente. El objetivo del proceso, por tanto, es trascender estos límites. Ninguno de los dos puede hacer esto solo, pero cuando se unen, se les ha dado la potencialidad para trascender todas las limitaciones. Ahora el alcance de su éxito depende de qué tanto de su potencialidad estén dispuestos a usar. La voluntad puede provenir de cualquiera de los dos al principio, y el cuanto el otro la comparta, crecerá. El progreso se convierte en un asunto de decisión; puede alcanzar casi hasta el Cielo o no alejarse del infierno más que un paso o dos.

3. Es muy posible que la psicoterapia parezca fracasar. Incluso es posible que el resultado parezca un retroceso. Pero alfinal tiene que haber algún éxito. Uno pide ayuda; otro escucha y trata de responder en forma de ayuda. Ésta es la fórmula de la salvación, y tiene que sanar. Sólo las metas divididas pueden interferir en la sanación perfecta. Un terapeuta sin ningún ego podría sanar el mundo sin una palabra, por el solo hecho de estar ahí. No necesita que nadie lo vea o le hable o incluso sepa de su existencia. Su simple Presencia es suficiente para sanar.

4. El terapeuta ideal es uno con Cristo. Pero la sanación es un proceso, no un hecho. El terapeuta no puede progresar sin el paciente, y el paciente no puede estar listo para recibir a Cristo o de lo contrario no podría estar enfermo. En un sentido, el terapeuta sin ego es una abstracción que se encuentra al final del proceso de sanación, demasiado avanzado para creer en la enfermedad y demasiado cerca de Dios para conservar sus pies en la tierra. Ahora él puede ayudar a través de aquellos que necesitan ayuda, pues de esta manera está llevando a cabo el plan establecido para la salvación. El psicoterapeuta se convierte en su paciente, al trabajar a través de otros pacientes para expresar sus pensamientos a medida que los recibe de la Mente de Cristo.

d)- El proceso de la enfermedad

1. De la misma manera que toda terapia es psicoterapia, toda enfermedad es mental. Es un juicio sobre el Hijo de Dios, y el juicio es una actividad mental. El juicio es una decisión sobre el Hijo de Dios, y el juicio es una actividad mental. El juicio es una decisión, tomada una y otra vez, contra la creación y su Creador. Es una decisión de percibir el universo como tú lo habrías creado. Es una decisión de que la verdad puede mentir y debe ser mentira. ¿Qué otra cosa, pues, puede ser la enfermedad sino una expresión de tristeza y culpa?. ¿Y quién podría llorar sino por su inocencia?.

2. Una vez que el Hijo de Dios se ve culpable, la enfermedad no se puede evitar. Se ha pedido y se recibirá. Y todos los que piden la enfermedad se han condenado ahora a sí mismos a buscar remedios que no les pueden ayudar, pues su fe está puesta en la enfermedad y no en la salvación. No puede haber nada que un cambio de mentalidad no pueda afectar, pues todas las cosas externas son sólo sombras de una decisión ya tomada. Si se cambia la decisión, ¿cómo puede su sombra permanecer sin cambio?. La enfermedad no puede ser sino la sombra de la gulpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo puede ser su sombra sino deforme?.

3. El descenso al infierno sigue paso a paso un curso inevitable, una vez se ha tomado la decisión de que la culpa es real. La enfermedad y la muerte y la miseria acechan ahora la tierra en inexorables vaivenes, algunas veces simultáneamente y otras en siniestra sucesión. Pero todas estas cosas, por reales que parezcan, son sólo ilusiones. ¿Quién podría tener fe en ellas una vez que ha reconocido esto?. Y ¿Quién podría no tener fe en ellas hasta que lo reconozca?. La sanación es terapia o corrección, y hemos dicho ya, y volveremos a decir, que toda terapia es psicoterapia. Sanar a los enfermos, no es sino ofrecerles este entendimiento.

4. La palabra “cura” ha perdido reputación entre los más “respetables” terapeutas del mundo, y con razón. Pues ni uno solo de ellos puede curar, y ninguno de ellos entiende lo que es la sanación. En el peor de los casos, sólo hacen el cuerpo real en sus propias mentes, y una vez lo han hecho, buscan la magia para sanar los males con los cuales su mente lo han dotado. ¿Cómo podría sanar un proceso así?. Es ridículo de principio a fin. Pero una vez comenzado, tiene que terminar del mismo modo. Es como si Dios fuese el diablo y fuera necesario encontrarlo en el mal. ¿Cómo podría haber amor allí?. Y ¿cómo podría sanar la enfermedad?. ¿No son estas dos preguntas una sola?.

5. En el mejor de los casos, y la palabra tal vez sea cuestionable aquí, los “sanadores” del mundo pueden reconocer que la mente es el origen de la enfermedad. Pero su error estriba en la creencia de que ésta puede sanarse a sí misma. Esto tiene algún mérito en un mundo en donde el concepto de “grados de error” tiene significado. Sin embargo, sus curas siguen siendo temporales, o, aparece otra enfermedad en su lugar, puesto que la muerte no se ha superado hasta que el significado del amor se entienda. Y ¿quién puede entender esto sin la Palabra de Dios, dada por Él al Espíritu Santo como Su regalo para ti?.

6. Toda clase de enfermedad puede definirse como el resultado de una visión del yo como débil, vulnerable, malvado y en peligro, y por consiguiente en necesidad de constante defensa. Sin embargo, si el yo fuera realmente así, la defensa sería imposible. Por lo tanto, las defensas que se han buscado tienen que ser mágicas. Tienen que superar todos los límites percibidos en el yo, al mismo tiempo que fabrican un nuevo concepto del yo en el cual el antiguo no tiene cabida. En una palabra, el error se acepta como real y lo manejan las ilusiones. Cuando la verdad se trae ante las ilusiones, la realidad se convierte en una amenaza y se percibe como maligna. El amor se vuelve algo terrible porque la realidad es amor. De esta forma se cierra el círculo contra las “intrusiones” de la salvación.

7. Por lo tanto, la enfermedad es un error y necesita corrección. Y como hemos enfatizado ya, la corrección no puede ser alcanzada estableciendo primero lo “correcto” del error para luego pasarlo por alto. Si la enfermedad es real, en verdad no se puede pasar por alto, puesto que pasar por alto la realidad es insensatez. Sin embargo, ese es el propósito de la magia: transformar en realidad las ilusiones a través de una falsa percepción. Esto no puede sanar, puesto que se opone a la verdad. Tal vez una ilusión de salud sustituya la ilusión de enfermedad por un corto tiempo, pero no durará. El miedo no puede ser ocultado por las ilusiones durante mucho tiempo, puesto que es parte de ellas. Escapará y adoptará otra forma, pues es la fuente de todas las ilusiones.

8. La enfermedad es locura porque toda enfermedad es mental, y en ella no hay grados. Una de las ilusiones a través de las cuales se percibe la enfermedad como real es la creencia de que la enfermedad varía en intensidad, que el grado de amenaza difiere de acuerdo con la forma que toma. Aquí radica la base de todos los errores, pues todos ellos no son más que intentos de transigir, que se hacen por ver sólo una parte ínfima del infierno. Esto es una burla tan ajena a Dios que tiene que ser inconcebible por siempre. Pero los locos lo creen porque están locos.

9. Un loco defenderá sus ilusiones porque ve en ellas su salvación. De esta manera, atacará a aquel que trate de salvarlo de ellas, al creer que lo está atacando. Este curioso círculo de ataque-defensa es uno de los problemas más difíciles que debe enfrentar el psicoterapeuta. De hecho, esta es su tarea central: el corazón de la psicoterapia. El terapeuta se ve como alguien que está atacando la posesión más querida del paciente: la imagen de sí mismo. Y como esta imagen se ha convertido en la seguridad del paciente tal como él la percibe, el terapeuta no puede verse sino como una real fuente de peligro, que debe atacarse e incluso matarse.

10. El psicoterapeuta, pues, tiene una tremenda responsabilidad. Debe enfrentar el ataque sin ataque, y, por tanto, sin defensa. Su tarea es demostrar que las defensas no son necesarias y que la indefensión es fuerza. Esta tiene que ser su enseñanza, si su lección ha de ser que la cordura es seguridad. No puede enfatizarse con suficiente fuerza que los locos creen que la cordura es una amenaza. Este es el corolario del “pecado original”: la creencia de que la culpa es real y está completamente justificada. Por lo tanto la función del psicoterapeuta consiste en enseñar que la culpa, por ser irreal, no tiene justificación. Ni tampoco es segura. Y así pues, tiene que permanecer indeseable además de irreal.

11. La doctrina única de la salvación, es la meta de toda psicoterapia. Alivia la mente del insensato peso de la culpa que carga tan fatigosamente, y la sanación se logra. El cuerpo no se sana. Tan sólo se reconoce como lo que es. Visto correctamente, se puede entender su propósito. ¿Para qué se necesita la enfermedad entonces?. Con esta única sustitución, todo lo demás se logrará. No hay necesidad de complicados cambios. No hay necesidad de largos análisis y discusiones y búsquedas fatigosas. La verdad es simple, puesto que es una para todos.

e)- El proceso de la sanación

1. Aunque la verdad es simple, de todas maneras se le tiene que enseñar a aquellos que ya han perdido su camino en interminables laberintos de complejidad. Esta es la gran ilusión. En su estela viene la inevitable creencia de que, para estar seguro, uno debe controlar lo desconocido. Esta extraña creencia se basa en ciertos pasos que nunca llegan a la conciencia. Primero, se introduce a través de la creencia de que hay fuerzas que deben vencerse para poder estar vivo. Y luego, parece como si estas fuerzas pudiesen mantenerse a raya únicamente mediante un inflado sentido del yo, que mantiene en la obscuridad lo que en realidad se siente, y busca elevar las ilusiones a la luz.

2. Recordemos que los que vienen a nosotros en busca de ayuda, están severamente atemorizados. Lo que creen que ayudará sólo puede hacer daño; lo que creen que les hará daño es lo único que puede ayudar. El progreso se vuelve imposible hasta que el pacientees persuadido de invertir su torcida manera de ver el mundo, su torcida manera de verse a sí mismo. La verdad es simple. Pero tiene que enseñarse a aquellos que creen que los pondrá en peligro. Se le tiene que enseñar a aquellos que atacarán por sentirse amenazados, y a aquellos que necesitan la lección de la indefensión (inofensividad) por encima de todo, para que ésta les demuestre lo que es la fortaleza.

3. Si este mundo fuera ideal, tal vez podría existir una terapia ideal. Y aún así sería inútil en un estado ideal. Hablamos de enseñanza ideal en un mundo en el cual el maestro perfecto no podría permanecer por mucho tiempo; el perfecto psicoterapeuta es sólo un destello de un pensamiento aún no concebido. Pero de todas maneras hablamos de lo que puede hacerse todavía para ayudar a los locos dentro de los límites de los realizable. Mientras estén enfermos, pueden y deben ser ayudados. Nada más que eso se le pide a la psicoterapia; nada menos que todo lo que tiene para dar es digno del terapeuta. Pues Dios Mismo le ofrece a su hermano como su salvador del mundo.

4. La sanación es santa. Nada en el mundo es más santo que ayudar a alguien que pide ayuda. Y en este intento, aunque sea limitado, aunque carezca de sinceridad, los dos se acercan mucho a Dios. Donde dos se han unido para la sanación, allí está Dios. Y Él ha garantizado que en verdad los escuchará y les responderá. Pueden estar seguros de que la sanación es un proceso que Él dirige, pues está de acuerdo con Su Voluntad. Tenemos Su Palabra para guiarnos, mientras tratamos de ayudar a nuestros hermanos. No olvidemos que por nosotros solos somos impotentes, y apoyémonos en una fuerza que está más allá de nuestro limitado alcance, con respecto a qué enseñar y a cómo debemos aprenderlo.

5. Un hermano que busca ayuda puede traernos regalos más allá de las alturas percibidas en sueño alguno. Nos ofrece la salvación, pues viene a nosotros como Cristo y Salvador. Lo que él pide, lo está pidiendo Dios a través de él. Y lo que hacemos por él, se convierte en el regalo que le damos a Dios. El sagrado pedido de ayuda del Hijo de Dios, en su percibido infortunio, su Padre no puede sino contestarlo. Pero Él necesita una voz a través de la cual hablar Su Sagrada Palabra; una mano con la cual pueda alcanzar a Su Hijo y tocar su corazón. En un proceso como ese, ¿Quién podría no sanarse?. Esta interacción sagrada es el plan de Dios Mismo, por medio del cual Su Hijo es salvado.

6. Pues dos se han unido. Y ahora las promesas de Dios son cumplidas por Él. Los límites impuestos tanto por el paciente como por el terapeuta no contarán para nada, pues la sanación ha comenzado. Lo que ellos tienen que comenzar, su Padre lo completará. Pues Él jamás ha pedido otra cosa que la más pequeña buena voluntad, el menor avance, el más diminuto susurro de Su Nombre. Pedir ayuda, en la forma que sea, no es otra cosa que Llamarlo. Y Él enviará Su Respuesta a través del terapeuta que mejor pueda servir a Su Hijo en todas sus actuales necesidades. Tal vez la respuesta no parezca ser un regagalo del Cielo. Puede incluso parecer un empeoramiento y no una ayuda. Aún así, que no seamos nosotros quienes juzguemos el resultado.

7. En alguna parte todos los regalos de Dios tienen que ser recibidos. En el tiempo ningún esfuerzo puede hacerse en vano. No es nuestra perfección lo que se pide en nuestros intentos de sanar. Ya estamos engañados si creemos que hay necesidad de sanación. Y la verdad nos llegará sólo a través de alguien que parece compartir nuestro sueño de enfermedad. Ayudémoslo a perdonarse por todas las ofensas por las cuales se condenaría sin causa. Su sanación es la nuestra. Y según vemos que su impecabilidad llega brillando a través del velo de culpa que cubre al Hijo de Dios, contemplaremos en él el rostro de Cristo, y comprenderemos que no es sino el nuestro.

8. Permanezcamos en silencio ante la Voluntad de Dios, y hagamos lo que ésta ha elegido que hagamos. Hay sólo una manera mediante la cual llegamos a donde se iniciaron todos los sueños. Y es allí donde los depositaremos, para marcharnos en paz para siempre. Escucha a un hermano pedir ayuda y respóndele. Será a Dios a Quien respondas, pues Lo llamaste. No hay otra manera de escuchar Su Voz. No hay otra manera de buscar a Su Hijo. No hay otra manera de encontrar tu propio Ser. Santa es la sanación, pues el Hijo de Dios regresará al Cielo a través de su benévolo abrazo. Pues la sanación le dice, en la Voz que habla por Dios, que todos sus pecados le han sido perdonados.

f)- Cómo se define la sanación

1. El proceso de la psicoterapia, pues, se puede definir simplemente como perdón, pues no hay sanación que pueda ser otra cosa. Los que no perdonan están enfermos, pues creen que ellos no han sido perdonados. El asirse a la culpa, el abrazarla estrechamente y cuidarla, el protegerla con amor y el mantener en alerta su defensa, todo esto no es otra cosa que una implacable negativa a perdonar. “Dios no puede entrar aquí” repiten los enfermos, una y otra vez, mientras lamentan su pérdida, y sin embargo, se regocijan en ella. La sanación ocurre a medida que un paciente comienza a escuchar el canto fúnebre que entona y a cuestionar su validez. Hasta que no lo escuche, no puede entender que es él quien se lo canta a sí mismo. Escucharlo es el primer paso en la recuperación. Cuestionarlo tiene que convertirse entonces en su elección.

2. Hay una tendencia, y muy fuerte, a escuchar este canto de muerte sólo un instante, para luego descartarlo sin haberlo corregido. Estas conciencias fugaces representan las muchas oportunidades que se nos dan literalmente para “cambiar de melodía” (la frase hace alusión a un refrán popular que invita al cambio de actitudes o patrones repetitivos). En vez de ésta, puede escucharse el sonido de la sanación. Pero primero debe surgir la voluntad de cuestionar la “verdad” del canto de condenación. Las distorsiones extrañas que se tejen inextricablemente al interior del concepto del yo, que en sí no es otra cosa que una pseudo-creación, hacen que este feo sonido parezca verdaderamente hermoso. “El ritmo del universo”, “el canto del ángel heraldo”, todo esto y más, se oye en lugar de esos ruidosos chillidos discordantes.

3. El oído traduce, no oye. El ojo reproduce, no ve. Su tarea es hacer agradable aquello que se invoca, no importa cuán desagradable pueda ser. Responden a las decisiones de la mente, al reproducir sus deseos y traducirlos en formas aceptables y placenteras. Algunas veces el pensamiento detrás de la forma se asoma, aunque sólo muy brevemente, y la mente se asusta y comienza a dudar de su cordura. Pero no permitirá a sus esclavos cambiar las formas que contemplan, los sonidos que oyen. Estos son sus “remedios”, sus “salvaguardias” contra la locura.

4. Estos testimonios que traen los sentidos tienen un solo propósito: justificar el ataque y de esta manera conservar la falta de perdón sin reconocerla como lo que es. Cuando se la ve sin disfraz, resulta intolerable. Sin protección no podría soportarse. Aquí se atesoran todas las enfermedades, pero sin reconocer que es así. Pues cuando no se reconoce una falta de perdón, la forma que toma parece ser algo distinto. Y ahora es ese “algo distinto” lo que parece aterrorizar. Pero no es el “algo distinto” lo que se puede sanar. No está enfermo, y no necesita remedio. Concentrar tus esfuerzos sanadores aquí no es más que futilidad. ¿Quién puede sanar lo que no está enfermo y aliviado?.

5. La enfermedad toma muchas formas, y lo mismo hace la falta de perdón. Las formas de una, sólo reproducen las formas de la otra, pues son la misma ilusión. Tan fielmente la una se traduce en la otra, que un estudio cuidadoso de la forma de una enfermedad, revelará con bastante claridad la forma de falta de perdón que representa. Sin embargo, ver esto no efectuará una sanación. Eso se logra mediante un solo reconocimiento: que sólo el perdón sana una falta de perdón, y sólo una falta de perdón puede ser el origen de cualquier clase de enfermedad.

6. Esta comprensión es la meta final de la psicoterapia. ¿Cómo se alcanza?. El terapeuta ve en el paciente todo lo que no ha perdonado en sí mismo, y de esta manera se le da otra oportunidad de mirarlo, someterlo a una nueva evaluación y perdonarlo. Cuando esto ocurre, ve cómo desaparecen sus pecados en un pasado que ya no está aquí. Hasta que lo haga, tiene que pensar que el mal lo asedia aquí y ahora. El paciente es la pantalla para la proyección de sus pecados, lo cual hace posible que se deshaga de ellos. Pero si llega a retener una mancha de pecado en lo que mira, su liberación es parcial y no será segura.

7. Nadie se cura solo. Este es el alegre canto que la salvación entona a todo el que oye su Voz. Esta afirmación no puede ser recordada con demasiada frecuencia por todos los que se vean a sí mismos como terapeutas. Sus pacientes sólo se pueden ver como portadores de perdón, pues son ellos quienes vienen a demostrar su impecabilidad ante ojos que aún creen que el pecado se encuentra ahí para que lo vean. Pero la prueba de la impecabilidad, vista en el paciente y aceptada en el terapeuta, le ofrece a la mente de ambos un pacto en el cual se encuentran y unen y son uno.

g)- La relación ideal paciente-terapeuta

1. ¿Quién es, entonces, el terapeuta, y quién es el paciente?. Al final, todo el mundo desempeña ambos papeles. Quien necesita sanación, debe sanar. Médico, sánate a ti mismo. ¿Quién más hay que sanar?. ¿Y quién más tiene necesidad de sanación?. Cada paciente que viene a un terapeuta le ofrece una oportunidad de sanarse a sí mismo. Por lo tanto, él es el terapeuta. Y cada terapeuta debe aprender a sanar de cada paciente que viene a él. De esta manera, se convierte en su paciente. Dios no sabe de separación. Lo único que Él sabe es que tiene un Hijo. El conocimiento se refleja en la relación ideal paciente-terapeuta. Dios viene a aquel que llama, y en Él se reconoce a Sí Mismo.

2. Piensen cuidadosamente, maestro y terapeuta, por quien oran y quien tiene necesidad de sanación. Pues la terapia es oración, y el sanar es su objetivo y su resultado. ¿Qué es la oración excepto el unir las mentes en una relación en la cual Cristo puede entrar?. Esta es Su Hogar, al cual la Psicoterapia Lo invita. ¿Qué es la sanación de un síntoma, si siempre hay otro que escoger?. Pero una vez que Cristo entra, ¿qué alternativa hay excepto la de permitirle quedarse?. No hay necesidad de más, pues eso es todo. La sanación está aquí, y la felicidad y la paz. Estos son los “síntomas” de la relación ideal terapeuta-paciente, los cuales reemplazan a aquellos con los que el paciente vino al pedir ayuda.

3. En el proceso que tiene lugar en esta relación, en realidad, el terapeuta en su corazón le dice al paciente que todos sus pecados han sido perdonados, junto con los propios. ¿Qué diferencia podría haber entre la sanación y el perdón?. Sólo Cristo perdona, pues conoce Su Impecabilidad. Su visión sana la percepción y la enfermedad desaparece. Y no regresará de nuevo, una vez que su causa se ha eliminado. Ésto, sin embargo, necesita la ayuda de un terapeuta muy avanzado, capaz de unirse con el paciente en una relación santa en la cual todo sentido de separación, finalmente se supera.

4. Para ello, se requiere una cosa y sólo una: que el terapeuta no se confunda a sí mismo con Dios en absoluto. Todos los “sanadores no sanados” caen en esta confusión fundamental de una u otra manera, pues deben considerarse como sus propios creadores, en lugar de creados por Dios. Esta confusión, rara vez o nunca se halla en la conciencia, o el sanador no sanado se convertiría instantáneamente en un maestro de Dios, y le dedicaría su vida a la función de sanar verdaderamente. Antes de alcanzar este punto, pensó que estaba a cargo del proceso terapéutico y que, por lo tanto, era responsable de su resultado. Los errores de su paciente, se convirtieron así en sus propios fracasos, y la culpa se convirtió en la cubierta, oscura y fuerte, de lo que debería ser la Santidad de Cristo. La culpa es inevitable en aquellos que usan su juicio al tomar sus decisiones. La culpa es imposible en aquellos a través de los cuales habla el Espíritu Santo.

5. La desaparición de la culpa es el verdadero objetivo de la terapia y el evidente objetivo del perdón. En ésto su unidad se puede ver claramente. Pero ¿cómo podría experimentar el final de la culpa quien se siente responsable de su hermano al ejercer el papel de guía suyo?. Tal función presupone un conocimiento que nadie aquí puede tener; una certeza del pasado, presente y futuro, y de todos los efectos que pueden ocurrir en ellos. Sólo desde este punto omnisciente sería posible semejante papel. Sin embargo, ninguna percepción es omnisciente, ni es el diminuto yo de uno solo contra el universo capaz de asumir que posee tal sabiduría, excepto en la locura. Que muchos terapeutas están locos es obvio. Ningún sanador no sanado puede estar completamente cuerdo.

6. Sin embargo, es tan insensato no aceptar una función que Dios te ha dado, como lo es inventar una que no proviene de Él. El terapeuta avanzado no puede dudar jamás en modo alguno del poder que hay en él. Tampoco duda nunca de su Fuente. Entiende que todo el poder en la tierra y en el Cielo le pertenece, por ser quien es. Y él es ésto debido a su Creador, Cuyo Amor está en él y Quien no puede fallar. Piensa en lo que ésto significa: tiene los regalos de Dios mismo para dar. Sus pacientes son los santos de Dios, quienes invocan su santidad para hacerla suya. Y en la medida en que él se las brinda, contemplan el radiante rostro de Cristo que los mira también.

7. Los locos, creyendo que son Dios, no tienen miedo de ofrecer debilidad al Hijo de Dios. Pero lo que por esta razón ven en él, en verdad los atemoriza. El sanador no sanado no puede evitar sentir miedo de sus pacientes, y sospechar en ellos la traición que ve en él. Trata de sanar, y puede hacerla algunas veces. Pero su éxito sólo se dará en cierta medida y por corto tiempo. No ve el Cristo en el que lo llama. ¿Qué respuesta puede dar a quien parece ser un extraño, ajeno a la verdad y pobre en sabiduría, sin el dios que se le debe dar?. Contempla a tu Dios en él, pues lo que ves será tu Respuesta.

8. Piensa lo que en realidad significa la unión de dos hermanos. Y entonces, olvídate del mundo y de todos sus pequeños triunfos y sus sueños de muerte. Los mismos son uno, y nada puede recordarse ahora del mundo de la culpa. La habitación se transforma en un templo, y la calle en una corriente de estrellas que pasa rozando levemente, más allá de todos los sueños enfermizos. La sanación se ha realizado, pues lo que es perfecto no necesita sanación, y ¿qué queda para ser perdonado donde el pecado no existe?.

9. Siéntete agradecido, terapeuta, de que puedas ver cosas como éstas con tan sólo entender tu verdadero papel. Pero si fallas en ésto, habrás negado que Dios te creó, y por consiguiente, no sabrás que eres Su Hijo. ¿Quién es tu hermano ahora?. ¿Qué santo puede venir para llevarte consigo a casa?. Perdiste el camino. Y ¿esperas ahora poder ver en él una respuesta que te has negado a dar?. Sana y sánate. No hay otra alternativa de caminos que pueda jamás conducir a la paz. Ah, deja entrar a tu paciente, pues llega a ti de Dios. ¿No es su santidad suficiente para despertar tu memoria de Él?.

La práctica de la psicoterapia

a)- La selección de pacientes

1. Todo aquel que se te envía es un paciente tuyo. Esto no significa que tú lo selecciones, ni que escojas la clase de tratamiento adecuado. Pero sí significa que nadie viene a ti por error. No hay errores en el plan de Dios. Sería un error, sin embargo, presumir que sabes lo que debe ofrecerse a todo el que viene. No te corresponde decidirlo. Hay una tendencia a asumir, que se te llama constantemente a sacrificarte por aquéllos que llegan. Ésto difícilmente podría ser cierto. Exigir que te sacrifiques, es exigir un sacrificio a Dios, y Él no sabe nada del sacrificio. ¿Quién podría pedirle a Lo Perfecto que sea imperfecto?.

2. ¿Quién decide, entonces, lo que cada hermano necesita?. Seguramente no tú, que aún no reconoces quién es aquel que pide. Hay algo en él que te lo dirá, si escuchas. Y esa es la respuesta: escucha. No exijas, no decidas, no sacrifiques. Escucha. Lo que oyes es verdad. ¿Mandaría Dios Su Hijo a ti sin estar seguro de que reconoces sus necesidades?. Piensa lo que Dios te está diciendo. Él necesita que tu voz hable por Él. ¿Podría algo ser más santo?. ¿O ser un regalo mayor para ti? ¿Preferirías escoger quién sería dios, o escuchar la Voz de Aquel que es Dios en ti?.

3. Tus pacientes no necesitan estar físicamente presentes para que les sirvas en el Nombre de Dios. Esto puede ser difícil de recordar, pero Dios no va a consentir que Sus regalos para ti se limiten a los pocos que en efecto ves. Puedes ver otros también, pues la visión no está limitada a los ojos del cuerpo. Algunos no necesitan tu presencia física. Te necesitan tanto, y tal vez más, en el instante en que se envían. Los reconocerás en la forma que pueda ser más útil para ambos. No importa cómo vengan. Serán enviados en la forma en que sea más útil: un nombre, un pensamiento, una imagen, una idea, o tal vez simplemente una sensación de estar llegando a alguien en alguna parte. La unión está en las manos del Espíritu Santo. No se puede evitar lograrla.

4. Un terapeuta santo, un maestro de Dios avanzado, nunca olvida una cosa: no fue él quien hizo el currículo de la salvación, ni quien estableció su parte en él. Entiende que su parte es necesaria para el todo, y que a través de ella reconocerá el todo cuando su parte esté completa. Entre tanto, debe aprender, y sus pacientes son el medio que se le ha enviado para su aprendizaje. ¿Qué otra cosa sino gratitud podría sentir por ellos y hacia ellos?. Traen consigo a Dios. ¿Rechazaría este regalo por un guijarro, o cerraría la puerta al salvador del mundo para dejar entrar a un fantasma?. Que no traicione al Hijo de Dios. Quien lo llama está más allá de su comprensión. ¿Pero, no se alegraría de poder responder, cuando sólo así será capaz de escuchar la llamada y entender que es la suya?.

b)- ¿Es la psicoterapia una profesión?

1. Estrictamente hablando, la respuesta es no. ¿Cómo podría considerarse separada una profesión en la que todo el mundo es copartícipe?. ¿Y cómo podría imponerse límite alguno a una interacción en la que cada uno es tanto paciente como terapeuta en toda relación en la que entra?. Sin embargo, hablando de manera práctica, puede decirse aún que hay algunos que se dedican fundamentalmente a una u otra forma de sanación como su tarea principal. Y es a ellos a los que un gran número de personas acude en busca de ayuda. Esa, en efecto, es la práctica de la terapia. Éstos son, por consiguiente, ayudantes “oficiales”. Están dedicados a cierta clase de necesidades en sus actividades profesionales, aunque pueden ser maestros mucho más capaces fuera de ellas. Estas personas no necesitan reglas especiales, por supuesto, pero pueden llamárseles a usar aplicaciones especiales de los principios generales de la sanación.

2. Primero, el terapeuta profesional se encuentra en una posición excelente para demostrar que no hay orden de dificultad en la sanación. Para ésto, sin embargo, necesita adiestramiento especial, puesto que el currículo mediante el cual se convirtió en terapeuta probablemente le enseñó poco o nada sobre los principios reales de la sanación. De hecho, probablemente le enseñó cómo hacer imposible la sanación. La mayoría de las enseñanzas del mundo siguen un currículo en el juzgar, con el objetivo de convertir al terapeuta en un juez.

3. Aún ésto puede ser usado por el Espíritu Santo, y lo usará, si se le extiende la menor invitación. El sanador no sanado puede ser arrogante, egoísta, indiferente, e incluso deshonesto. Puede no tener interés en lo que respecta a la sanación como su objetivo principal. Pero algo le sucedió, no importa cuan pequeño pudo haber sido, cuando eligió ser un sanador, sin importar la dirección equivocada que pudo haber escogido. Ese “algo” es suficiente. Tarde o temprano ese algo surgirá y crecerá: un paciente tocará su corazón, y el terapeuta silenciosamente le pedirá ayuda. Ha encontrado un terapeuta para sí mismo. Le ha pedido al Espíritu Santo que entre en la relación y que le sane. Ha aceptado la Expiación para sí mismo.

4. Se dice que Dios contempló todo lo que había creado y lo declaró bueno. No, Él lo declaró perfecto, y así fue. Y como Sus creaciones no cambian y duran para siempre, así es ahora. Pero no puede ser posible que exista un perfecto terapeuta ni un perfecto paciente. Ambos tienen que haber negado su perfección, pues su misma necesidad del otro implica un sentimiento de carencia. Una relación de uno-a-uno no es Una Relación. Sin embargo, es el medio de retorno: el camino que Dios escogió para el regreso de Su Hijo. En ese extraño sueño tiene que entrar en una extraña correción, pues sólo eso es la llamada a despertar. Y ¿qué otra cosa debe ser la psicoterapia?. Despierta y alégrate, pues todos tus pecados te han sido perdonados. Éste es el único mensaje que dos personas deben darse mútuamente para siempre.

5. Algo bueno tiene que salir de todo encuentro de un paciente y un terapeuta. Y ese algo se guarda para ambos, hasta el día en que puedan reconocer que eso era lo único real en su relación. En ese momento lo bueno se les devuelve, bendecido por el Espíritu Santo como un regalo de Su Creador como muestra de Su Amor. Pues la relación terapéutica tiene que llegar a ser como la relación entre el Padre y el Hijo. No hay otra, puesto que no existe nada más. Los terapeutas del mundo no esperan este resultado, y muchos de sus pacientes no serían capaces de aceptar su ayuda si lo esperasen. Pero ningún terapeuta realmente establece la meta de las relaciones de las cuales forma parte. Su comprensión comienza con este reconocimiento, y luego prosigue desde ahí.

6. Es en el instante en el que el terapeuta olvida juzgar al paciente cuando la sanación ocurre. En algunas relaciones jamás se alcanza este punto, aunque tanto el paciente como el terapeuta pueden cambiar sus sueños en el proceso. Sin embargo, no será el mismo sueño para ambos, y por ende, no es éste el sueño de perdón en el cual los dos despertarán algún día. Lo bueno se guarda; de hecho, se atesora. Pero es poco el tiempo que se ahorra. Los nuevos sueños perderán su temporal encanto y se convertirán en sueños de miedo, que es el contenido de todos los sueños. Aún así, ningún paciente puede aceptar más de lo que está listo para recibir, y ningún terapeuta puede ofrecer más de lo que cree tener. Y, por lo tanto, hay un lugar para todas las relaciones de este mundo, y aportarán tanto bien como cada uno pueda aceptar y usar.

7. De todos modos, es cuando el juicio cesa que el sanar ocurre, pues sólo entonces puede entenderse que no hay orden de dificultad en la sanación. Éste es un entendimiento necesario para el sanador sanado. Ha aprendido que no es más difícil despertar a un hermano de un sueño que de otro. Ningún terapeuta profesional puede retener esta comprensión en su mente de manera estable, y ofrecerla a todo el que viene a él. Hay algunos en este mundo que han llegado muy cerca, pero no han aceptado el regalo completamente para poder quedarse y hacer que su comprensión permanezca en la tierra hasta el final de los tiempos. Difícilmente se los podría llamar terapeutas profesionales. Son los Santos de Dios. Son los Salvadores del mundo. Su imagen permanece, pues han elegido que así sea. Reemplazan otras imágenes, y ayudan con sueños amables.

8. Una vez que el terapeuta oficial se ha dado cuenta de que las mentes están unidas, puede también reconocer que el orden de dificultad en la sanación no tiene sentido. No obstante, mucho antes de lograr ésto en el tiempo, puede encaminarse hacia ello. Puede tener muchos instantes santos en el camino. Una meta marca el final de una jornada, no el comienzo, y a medida que se logra cada meta, se puede vislumbrar otra adelante. La mayoría de los terapeutas profesionales apenas están en el comienzo de la fase inicial del primer viaje. Incluso aquéllos que han comenzado a entender lo que tienen que hacer, pueden oponerse aún a iniciar el camino. Sin embargo, todas las leyes de la sanación pueden ser suyas en un solo instante. El viaje no es largo, excepto en sueños.

9. El terapeuta profesional posee una ventaja con la que puede ahorrar una enorme cantidad de tiempo si la usa adecuadamente. Ha elegido un camino en el cual hay una gran tentación de utilizar mal su papel. Ésto lo capacita para superar muchos obstáculos a la paz con bastante rapidez, si escapa a la tentación de asumir una función que no se le ha dado. Para entender que no hay orden de dificultad en la sanación, tiene que reconocer también su igualdad con el paciente. No hay términos medios en ésto. O son iguales o no lo son. Los intentos de los terapeutas de transigir con respecto a ésto son extraños en verdad. Algúnos utilizan la relación únicamente con el fin de coleccionar cuerpos para adorar en su santuario, y a ésto lo consideran sanación. Muchos pacientes, también, consideran este extraño procedimiento como la salvación. Aún así, en cada encuentro hay Uno Que dice: “hermano mío, elige de nuevo”.

10. No olvides que cualquier forma de especialismo debe ser defendida, y lo será. El terapeuta inofensivo tiene la fuerza de Dios con él, pero el terapeuta ofensivo (o defensivo), ha perdido de vista la Fuente de su salvación. No ve y no oye. ¿Cómo puede, entonces, enseñar?. Pues es la Voluntad de Dios que él tome su puesto en el plan para la salvación. Pues es la Voluntad de Dios que ayude a su paciente a unirse a él allí. Pues su incapacidad de ver y oir no limita al Espíritu Santo en manera alguna. Excepto en el tiempo. En el tiempo puede haber un gran retraso entre el ofrecimiento y la aceptación de la sanación. Éste es el viejo velo que cubre el rostro de Cristo. Pero no puede ser sino una ilusión, pues el tiempo no existe y la Voluntad de Dios ha sido siempre exactamente como es.

c)- La cuestión del pago

1. Nadie puede pagar por la terapia, pues la sanación es de Dios y Él no pide nada. Sin embargo, es parte de Su Plan que todo en este mundo sea utilizado por el Espíritu Santo para ayudar a cumplir con el plan. Aún el terapeuta avanzado tiene algunas necesidades terrenales mientras está aquí. Si necesita dinero se le dará, no como pago, sino para ayudarle a desempeñarse mejor dentro del plan. El dinero no es malo. No es nada. Pero nadie aquí puede vivir sin ilusiones, pues aún debe esforzarse por lograr que la última ilusión sea aceptada por todos en todas partes. Tiene una parte extraordinaria en este único propósito, para el cual vino. Sólo para eso permanece aquí. Y mientras permanezca, se le dará lo que necesite para quedarse.

2. Sólo un sanador no sanado intentaría sanar por dinero, y no tendrá éxito en la medida en que lo considere de valor. Ni encontrará su sanación en el proceso. Habrá algunos a quienes el Espíritu Santo les pida algún pago para Su Propósito. Habrá otros a quienes no se lo pida. No debe ser el terapeuta el que tome estas decisiones. Hay una diferencia entre pago y costo. Dar dinero donde el Plan de Dios lo asigna no tiene costo. Retenerlo de donde corresponde por derecho tiene enorme costo. El terapeuta que lo hace pierde el nombre de sanador, pues nunca podría entender lo que es la sanación. No puede darla, y por ende, no puede tenerla.

3. Los terapeutas de este mundo son ciertamente inútiles para la salvación del mundo. Hacen exigencias, y por tanto, no pueden dar. Los pacientes pueden pagar solamente por el intercambio de ilusiones. Ésto, en verdad, tiene que exigir pago, y el costo es grande. Una relación “comprada” no puede ofrecer el único regalo por el que se consigue toda sanación. El perdón, el único sueño del Espíritu Santo, no debe tener costo. Puesto que si lo tiene, simplemente crucifica de nuevo al Hijo de Dios. ¿Puede ser ésta la manera en que se le perdone?. ¿Puede ser así como termine el sueño del pecado?.

4. El derecho a vivir es algo por lo que nadie tiene necesidad de luchar. Se le ha prometido, y está garantizado por Dios. Por consiguiente, es un derecho que el terapeuta y el paciente comparten por igual. Si su relación ha de ser santa, cualquier cosa que uno necesite, el otro la da; cualquier cosa que le haga falta a uno, el otro la provee. Es aquí donde la relación se hace santa, pues es aquí donde ambos son sanados. El terapeuta compensa al paciente con gratitud, lo mismo que el paciente lo compensa a él. No hay costo para ninguno de los dos. Pero se le debe gratitud a ambos, por liberarse de la duda y de la prolongada prisión. ¿Quién podría no mostrarse agradecido por semejante regalo?. Pero ¿quién podría imaginar que éste puede comprarse?.

5. Se ha dicho correctamente que a aquel que tiene se le dará. Porque tiene, puede dar. Y, porque da, se le dará. Ésta es la ley de Dios y no la del mundo. Así ocurre también con los sanadores de Dios. Dan porque han oído Su Palabra y la han comprendido. Todo lo que necesitan se les habrá dado de esta manera. Pero perderán esta comprensión a menos que recuerden que todo lo que tienen procede únicamente de Dios. Si creen que necesitan cualquier cosa de un hermano, no lo reconocerán más como un hermano. Y si hacen ésto, una luz se apaga incluso en el Cielo. Donde el Hijo de Dios se vuelve contra sí mismo, sólo puede contemplar la oscuridad. Se ha negado la luz a sí mismo, y no puede ver.

6. Hay una regla que siempre debe observarse: no debe rechazarse a nadie porque no pueda pagar. Nadie es enviado a otro por accidente. Las relaciones siempre tienen un propósito. Cualquiera que pueda haber sido el propósito antes de que el Espíritu Santo entrara en ellas, son siempre Su templo potencial; el lugar de descanso de Cristo y el hogar de Dios Mismo. Quien quiera que llegue, ha sido enviado. Tal vez ha sido enviado a dar a su hermano el dinero que necesita. Ambos serán bendecidos de este modo. Tal vez fue enviado a enseñar al terapeuta cuánto necesita el perdón, y cuán poco valor tiene el dinero al comprarlo con éste. De nuevo, ambos serán bendecidos. Sólo en términos de costo podría uno tener más. Al compartir, todos deben ganar una bendición sin costo alguno.

7. Esta visión del pago puede parecer muy poco práctica, y así sería a los ojos del mundo. Pero ninguno de los pensamientos mundanos es realmente práctico. ¿Cuánto se paga al esforzarse por conservar ilusiones?. ¿Cuánto se pierde al desechar a Dios?. ¿Y es posible hacerlo?. Es, sin duda, poco práctico esforzarse por nada, e intentar hacer lo imposible. Por eso, detente un momento, lo suficiente para pensar en ésto: tal vez has estado buscando la salvación sin reconocer hacia dónde mirar. Quienquiera que te pida ayuda puede mostrarte hacia dónde. ¿Qué mejor regalo se te podría dar?. ¿Qué mejor regalo podrías dar?.

8. Médico, sanador, terapeuta, sánate a ti mismo. Muchos llegarán a ti portando el regalo de la sanación, si así lo eliges. El Espíritu Santo nunca rehúsa una invitación a entrar y morar contigo. Te dará infinitas oportunidades de abrir la puerta de tu salvación, pues tal es Su Función. También te dirá exactamente cuál es tu función en cada circunstancia y en todo momento. Quien quiera que Él te envíe, llegará a ti, ofreciendo la mano a su Amigo. Permite que el Cristo en ti, le de la bienvenida, pues ese mismo Cristo se halla en él también. Niégale la entrada, y has negado el Cristo en ti. Recuerda la deplorable historia del mundo, y las felices nuevas de la salvación. Recuerda el plan de Dios para la restitución de la alegría y la paz. Y no olvides cuán simples son los caminos de Dios:


“Estabas perdido en la oscuridad del mundo hasta que pediste luz.
Y entonces Dios envió a Su Hijo para dártela”.

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